Margaret Bourke-White es una de las artistas más relevantes del siglo XX, además de un ejemplo para todo amante de la fotografía. Fue una de las primeras mujeres corresponsal de guerra, y luchó toda su vida por convertir el fotoperiodismo en un género independiente y comprometido. Evidentemente, con el paso de los años se ha convertido en un icono feminista y progresista.
Nació en Nueva York a principios del siglo pasado y fue educada para no admitir ninguna clase de discriminación por su género. Se casó muy joven con un ingeniero, sin embargo, cansada de ser ama de casa, se divorció para dedicarse por entero a la fotografía.
Su obra se divide en dos períodos bien diferenciados. El primero se caracterizó por la fotografía arquitectónica; el segundo, por el que pasó a la posteridad, por su trabajo como fotoperiodista para dos revistas: Life y Fortune.
Supo captar como pocos la atmósfera asfixiante y decadente de la Gran Depresión norteamericana, para luego convertirse, en 1930, en la primera fotógrafa a la que se le permitió viajar a la URSS para retratar su forma de vida, tan opuesta entonces a la occidental.
En 1941 volvió a Rusia, cuando el país estaba ocupado por la tropas de Hitler; y dos años después fotografió la apertura de los campos de concentración nazis (era judía).
Tras la Segunda Guerra Mundial comenzó a interesarse por la India, y entrevistó y fotografió a Gandhi, quedando fascinada por su filosofía. Luego trabajó en los conflictos generados en África por el Apartheid y en la Guerra de Corea.
Tras ser operada con relativo éxito de su párkinson, murió en 1971 tras ser sometida a una segunda intervención que le dejó graves secuelas.
Margaret Bourke-White encarna todos los principios del fotoperiodismo: valentía, independencia, objetividad y creatividad; y aunque basta echarle un somero vistazo a su biografía para hacerse una idea cabal de la grandeza de su trabajo, la neoyorkina fue además una gran fotógrafa.
Su estilo se caracteriza por la búsqueda incansable del realismo. Sus fotos son equilibradas, de una técnica correcta y perfecta. A pesar de la urgencia que caracteriza al fotoperiodismo, Bourke-White siempre utilizó el ritmo visual como leit motiv de su estilo gráfico.
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