Estrenada en 1979, “Manhattan” es, sin ningún género de duda, el más precioso homenaje gráfico jamás dedicado a la ciudad de Nueva York. Así, cuentan que el origen del proyecto se encuentra en una charla entre Woody Allen, su director, y Gordon Willis, responsable de la fotografía: ambos coincidieron en la necesidad de realizar un canto a la ciudad que tanto amaban a través de la fotografía en blanco y negro.
De la trama ya os podéis hacer una idea si conocéis el trabajo de Allen: un tipo neurótico e hipocondríaco se enamora de una joven que a su vez está enamorada de un amigo del personaje interpretado por Woody Allen y al que éste critica continuamente por su cultura postmoderna académica y su esnobismo. Ya sabéis: todas las constantes en la obra del cineasta norteamericano.
Pero, dejando a un lado la indudable calidad del guión (por el que Woody Allen recibió un premio Bafta), lo más espectacular de la cinta se encuentra en el trabajo de su director de fotografía: Gordon Willis (por el que también recibió un premio Bafta).
Willis es uno de los más grandes directores de fotografía de todos los tiempos, como lo demuestra el hecho de que sea el responsable de las atmósferas irrepetibles de la trilogía de “El padrino”. Sin embargo, en “Manhattan” su dirección es más personal y llamativa, ya que se trata de un trabajo ideado por él mismo, en el que expresa todo su amor por la ciudad.
Con la fotografía de esta película, el “nuevo” cine norteamericano (el de los años setenta) alcanzó su cumbre estética. Gracias a Coppola, Scorsese y tantos otros, la industria hollywoodiense fue abandonando poco a poco la colorida estética de los sesenta para cultivar un estilo más sombrío e intimista.
En “Manhattan”, Gordon Willis aprovecha todos los lugares comunes de esta nueva fotografía para plasmar en la pantalla una ciudad llena de brumas y texturas en blanco y negro.
La totalidad de la película parece estar grabada con cierta subexposición, acentuando el carácter nocturno de Manhattan. Los contraluces realzan los perfiles y llenan de misterio las relaciones interpersonales. Mención aparte merecen los encuadres, esas imágenes absolutamente cautivadoras de los paisajes de la ciudad.
En resumidas cuentas: “Manhattan” es un festín estético y un filón didáctico para los amantes de la fotografía.
Imprescindible.