Una de las interrogantes más extendidas entre los aficionados a la fotografía que se plantean exponer su trabajo por primera vez es sobre qué soporte hacerlo. Es evidente que exponer es un sueño para los que empiezan a tomarse esto en serio, pero hay que tener muy presente que una exposición supone un desembolso importante de dinero si no sabes bien dónde te metes.
En primer lugar, debes elegir (si es que puedes) la galería en la que se vas a exponer las fotos. Las importantes, las que ofrecen un mejor espacio expositivo, cobran por presentar tu trabajo: o un fijo o una variable en función de las ventas.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que imprimir imágenes en un formato medio-grande cuesta un dinero; y (sobre todo) que éste se ve incrementado exponencialmente cuando se le da un soporte para su presentación.
El papel fotográfico de toda la vida es un formato sensato y evidente, pero implica dejarse un dineral en el enmarcado, que supone pagar un cristal, un marco y una parte trasera (además del montaje de todos los elementos si no eres un manitas amante de IKEA).
Por supuesto, puedes recuperar el dinero invertido en todos estos procesos vendiendo tus fotos por un precio importante, pero siempre te puedes meter un batacazo comercial y psicológico y tener que comerte las fotos con sus respectivos marcos.
Desde hace ya bastantes años, el cartón pluma se ha convertido en la solución más adecuada (junto con el PVC) para exponer sin tener que empeñar los riñones. Se trata de una solución barata, inteligente y que ofrece unos magníficos resultados. De hecho puedes hacerlo hasta tú mismo en casa, pero es preferible dejar los acabados en manos de imprentas profesionales.
El cartón pluma es un conglomerado de foam (corcho blanco) y cartulinas (una delante y otra detrás) o papel satinado, sobre los que se imprime el plotter o se pega la foto previamente impresa. La imagen se ve con la misma calidad que si imprimieses sobre un papel fotográfico, y el peso de la fotografía es mínimo. Además, puedes darle distintos acabados (mate o brillante) y hasta ponerle un marco.
Sólo tiene un pero: olvídate de imprimir fotos pequeñas, pesan tan poco que es prácticamente imposible colgarlas para su exposición.