Esta semana dejamos a un lado a los retratistas para acercarnos al paisajista más célebre y cotizado del mundo: el Señor Peter Lik, un artista y showman australiano (Melbourne, 1959) con aspecto de aventurero sacado de una película de Hollywood.
Autodidacta, le regalaron su primera cámara cuando tenía ocho años (una “brownie”, como la del infante Cartier-Bresson), que empleó para retratar los paisajes de su Melbourne natal. Aprovechaba los viajes con sus padres para acercarse a nuevos entornos del inmenso y precioso continente australiano, costumbre que no abandonó hasta que empezó a dedicarse profesionalmente a la fotografía.
En 1984 emprendió su primer gran trabajo: “Spirit of America”, que tardó cinco años en cerrar y en el que muestra su fascinación por los diferentes estados que conforman los Estados Unidos. No en vano, finalmente decidió trasladarse al norte del continente americano, convirtiéndose en una leyenda viva que ha contado hasta con su propio programa televisivo.
La manera en la que Lik se ha convertido en uno de los fotógrafos más ricos del mundo es verdaderamente curiosa. Lejos de andar pendiente del mundo de las galerías y las exposiciones, el artista australiano empezó a vender sus fotos abriendo una tienda de postales en Cairns. Posteriormente, cuando se afincó definitivamente en los Estados Unidos, creó la empresa Lik USA, que se dedica a la venta de fotografías exclusivas a personas adineradas. Así, en 2010 vendió su fotografía “One” por un millón de dólares.
En lo que se refiere a su universo visual, Peter Lik encarna la quintaesencia del paisajismo. Amante de las fotos panorámicas y los grandes angulares, su trabajo no consiste sólo en la búsqueda de la mejor solución técnica para una escena dada, sino también en investigar y en viajar a lo largo y ancho de todo el mundo buscando los paisajes más impresionantes.
Ahora bien, a un fotógrafo de su fama no le basta con adoptar la misma mirada que la que arrojaría un viajero ocasional o un turista: Lik busca la perspectiva imposible, aquélla que nunca nadie ha adoptado, por lo que se encarama a las rocas más escarpadas y se pasa horas caminando hasta dar con lo que busca: una foto irrepetible, exclusiva.
Sin embargo, detrás de este espíritu aventurero y crematístico también pervive, por supuesto, un amor incondicional por las luces naturales, los colores y las texturas de las rocas y las plantas de cada región del mundo o la manera en la que las distintas horas del día dibujan sombras sobre los paisajes. No en vano, es uno de los artistas más premiados de todos los tiempos.
Si las fotos que acompañan esta entrada os han fascinado, echadle un vistazo a su impresionante página. Como todo en su vida y en su obra: un espectáculo.
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