“Amélie” es, sin duda alguna, una de las películas que más trascendencia estética ha tenido en los últimos veinte años. Su fotografía, a cargo de Bruno Delbonnel, terminó generando una suerte de nuevo estilo, que empezó a repetirse e imitarse en multitud de películas, anuncios y (cómo no) fotografías.
De hecho, no es extraño encontrar por la red tutoriales para imitar su estilo abigarrado, saturado y lleno de trucos gráficos.
Pero antes de dedicar una entrada a esta cinta, creo que es justo analizar, aunque sea someramente, la primera película de Jean-Pierre Jeunet, en la que pueden encontrarse muchas de las claves fotográficas de “Amelie” a pesar de que su fotografía haya sido dirigida por otro autor: Darius Khondji.
Estrenada en 1991, “Delicatessen” narra en clave humorística y negra la lucha por la supervivencia en una comunidad de vecinos que reside en un edificio abandonado en mitad de la nada, en un mundo postnuclear.
Los personajes son histriónicos e imposibles, y la poesía visual y sonora (atención a su banda extraordinaria banda sonora) se mezcla con el horror y el extrañamiento, de tal modo que la cinta constituye una especie de homenaje al gran narrador “pánico” Roland Topor.
Toda la fotografía de la galardonadísima cinta se podría encuadrar dentro del expresionismo fílmico. Los encuadres son muy poco habituales en el cine clásico y busca continuamente crear una sensación de extrañamiento en el espectador.
Dominan los planos rebuscados mezclados con primeros planos realizados con grandes angulares que desproporcionan los rostros y exageran las expresiones hasta la náusea.
Por otra parte, los colores ocres y saturados dotan a todo el metraje de una atmósfera onírica, surreal, que se ve acentuada por la presencia de brumas, negros absolutos, humedades y mucho sudor.
El resultado es una obra de arte de muy fácil digestión que anticipa una de las grandes obras (desde un punto de vista fotográfico) de la historia del cine reciente: “Amélie”.