Dirigida por Howard Franklin y producida por Robert Zemeckis en 1992, “El ojo público” se ha convertido en poco tiempo en todo un clásico que aúna cine negro, biopic y reflexión en torno a la naturaleza del fotoperiodismo.
La película narra a lo largo de noventa y ocho apasionantes minutos la vida del fotógrafo independiente Leon Bernstein, famoso en la ciudad de Nueva York por su inexplicable habilidad para llegar a las escenas del crimen antes incluso que la propia policía.
Sus fotografías son macabras, explícitas, carentes de cualquier clase de voluntad de estilo. Sólo ofrece a los periódicos y a los lectores aquello que quieren ver: la pornografía del horror desnudo, los hechos informes.
Ahora bien, la propia vida de Leon Bernstein se convierte en parte de una escena del crimen cuando decide ayudar a Kay Levit, una atractiva viuda propietaria de un club nocturno asediado por la poderosa mafia de la ciudad.
Como muchos habréis intuido, “El ojo público” no es sino un correlato de la vida de Weegee, el fotógrafo más oportuno y macabro de la historia, cuya vida y milagros repasamos no hace mucho en esta misma página.
No en vano, la mayor parte de las fotografías empleadas en la trama de la película pertenecen realmente al propio Weegee, cuyo papel es interpretado de manera absolutamente magistral por el gran Joe Pesci, quien, probablemente, realiza aquí el mejor trabajo de su brillantísima carrera.
Aunque el romanticismo que impregna la relación entre Leon Bernstein (Weegee) y la viuda interpretada por Barbara Hershey endulza de una manera un tanto artificiosa el retrato de la durísima y discutible vida del fotógrafo, “El ojo público” no deja de ser un filme entretenido e interesante que sirve para comprender mejor la relación entre la fotografía, el periodismo y el crimen.