El proyecto fotográfico “Everyday” dejó a medio mundo con la boca abierta hace ya doce años. El 11 de enero de 2000, el fotógrafo norteamericano Noah Kalina subió el primero de miles de autorretratos que, día tras día, iban mostrando los cambios que el tiempo iba produciendo en su fisionomía: con barba, sin barba, pelo largo, corto, moreno, pálido, más gordo, más delgado, apenas un chaval, un hombre hecho y derecho, etcétera.
El vídeo viral que contiene los retratos fue subido a la red en agosto de 2006, y en él cada imagen se sucedía a una velocidad de seis fotogramas por segundo, en los que Noah trata de no expresar ninguna clase de emoción para que sea el propio tiempo el que se haga elocuente.
El artista estadounidense no tardó en hacerse famoso gracias a su experimento (por algo era un vídeo viral) y comenzó a codearse con personajes famosos, a aparecer en los Simpsons o incluso a recibir encargos del mismísimo Michael Zuckerberg (“Everyday” es sólo un proyecto más del autor, que es un fotógrafo más con sus cosas buenas y malas).
Pues bien, seis años después de subir el primer montaje con sus autorretratos diarios, Noah Kalina acaba de subir la segunda entrega de su muda biografía, que contiene (como no podía ser de otra manera) otros seis años de cambios en su rostro y en su entorno.
Más allá de la calidad estética de “Everyday”, resulta irremediable destacar su valor antropológico o incluso filosófico. La suma de todos los rostros posibles de Kalina terminan apuntando a su vida de un modo integral. Sin decir absolutamente nada, el protagonista del experimento deja que los espectadores imaginen qué le ha sucedido en determinados lapsos de tiempo, si es más o menos afortunado, si está bien de salud o si es más o menos rico.
Aunque “Everyday” sea un proyecto pionero dentro del mundo de la fotografía digital, creo que es necesario recordar que ya se han hecho experimentos similares, como el que aparece en la película “Smoke” y en el que un estanquero realiza todas las mañanas de su vida, a la misma hora, una fotografía a la misma esquina de Brooklyn (que, obviamente, también envejece).