La desnudez humana ofrece una geografía tan extensa como los cinco continentes juntos. Tiene valles, picos, senderos, texturas y cultivos que están ahí para ser descubiertos. Claro que hay que aprender a mirar.
La fascinación por lo pornográfico es una constante en nuestra civilización. Tampoco vamos a entrar en consideraciones socio-psicológicas, pero la represión de los instintos y la educación nos han llevado a ver la sexualidad humana como una forma de tabú, que nos lleva a concebir antes lo explícito (lo pornográfico) que lo esencial (el erotismo).
Todo esto hay que tenerlo muy presente cuando uno se enfrenta a la fotografía erótica de Tono Stano, un fotógrafo eslovaco que lleva toda la vida explorando las posibilidades de la sensualidad humana.
Sus obras sugieren y arriesgan, nos enseñan a ver un cuerpo en toda su belleza marginando las obviedades y hallando perspectivas y facetas poco frecuentes.
Estudió primero en Bratislava y luego en Praga (donde reside actualmente), licenciándose en el Colegio de Cine, Fotografía y Televisión. Desde sus orígenes su obra giró en torno a la fisonomía humana, aunque al principio se decantó por los experimentos visuales y las metáforas.
Con el paso del tiempo fue puliendo su estilo, que se volvió más esencial y se centró en el blanco y negro.
Se trata de todo un maestro del juego de claros y oscuros. Tono Stano pliega la piel a su antojo para crear texturas y regiones definidas por sombras y luces. Genera parajes dentro del propio cuerpo con una imaginación y una elegancia sorprendentes.
Su fotografía artística está fuertemente influenciada por el arte conceptual y las performance en las que el cuerpo funciona como hilo narrativo.
Los desnudos del eslovaco han sido portada de innumerables revistas y libros, y han sido expuestos en Eslovaquia, Francia, Holanda, Suiza o Alemania.