Queda poquito de verano, y tal vez esta serie de consejos llegue ya demasiado tarde para tu cámara, que murió la pobre una tarde agosto en la Costa Brava, pero, considerando que el próximo fin de semana será, con toda probabilidad, el que más turismo promueva, vamos a repasar someramente las medidas que pueden salvar tu equipo fotográfico de una muerte lenta y agónica.
El verano, ese gran enemigo
No, no se trata de la arena o de la playa, sino del verano. El número de peligros a los que se expone tu cámara cuando nos volvemos laxos y despreocupados se multiplica exponencialmente. Todo son muchedumbres, empujones, ansiedades por alcanzar la orilla o tomar esa escena que hubiese pasado completamente desapercibida si no te hubieses tomado esa cerveza de más.
Las manos, siempre limpias
Primer consejo: aunque el peligro de que la cámara se te caiga sobre la arena (o el agua, lo que es peor) siempre andará presente en estos consejos, piensa que tus manos se convierten en una extensión de ésta durante el verano.
Por mucho que te empeñes en mantener tu equipo alejado del suelo, debes tener muy presente que tus manos son portadoras de diminutos granos de arena que se apresurarán a adherirse a las zonas más delicadas de tu equipo en cuanto lo cojas.
Así que, antes de hacerlo, asegúrate de que tienes las manos completamente limpias; o, en su defecto, utiliza guantes.
Mucho ojo con la mochila
En la playa, la mochila se convierte en una trampa mortal. Debido a su textura y construcción, es una especie de trama llena de huecos que es capaz de conservar los granos de arena adheridos a su superficie durante lustros. Así que nunca la poses directamente sobre el suelo, y, al llegar a casa, vacíala y límpiala con mucho esmero.
Ten en cuenta que tu cámara vivirá en su interior no sólo durante el verano, y que aquella, tarde o temprano, introducirá un grano de arena en el lugar más sensible de tu equipo.
Ten especial cuidado con el objetivo
Los granos de arena se han entrenado durante milenios para arañar la lente de tu objetivo, por lo que cualquier cuidado será poco. Mantén siempre puesta la tapa (menos cuando dispares), utiliza filtros protectores y, sobre todo, el parasol: en ocasiones protege mejor el cristal de la lente que el propio filtro.
Y un apunte elemental: no limpies su superficie con cualquier cosa. Si arrastras los granos de arena sobre la lente, la rayarás irremediablemente, por lo que es conveniente que esperes a llegar a casa para eliminar los granos con cuidado.
Utiliza bolsas para cubrir la cámara
Pero ninguno de estos cuidados tendrá sentido si te coge un día especialmente húmedo. La humedad penetra en tu cámara con profundidad y puede estropear circuitos y mecanismos. Así, no dudes en utilizar una bolsa para cubrirla.
Jamás cambies de objetivo
Es lógico, sí, pero conviene subrayarlo: pocos sitios hay en la faz de la Tierra tan poco oportunos como la playa para cambiar de objetivo. Si dejas el sensor al descubierto, lo más probable es que terminen cayendo partículas de toda clase sobre él.
En consecuencia, monta invariablemente un objetivo todoterreno que te valga para todo tipo de planos, y contente si de repente te das cuenta de que quitar el gran angular para utilizar un tele te vendría de perlas.
Y si sucede lo peor…
Si ninguno de estos consejos ha salvado tu equipo de la arena o el agua, ni se te ocurra encenderla. Esto es fundamental: al encenderla, la electricidad empezará a activar circuitos y mecanismos que pueden quedar destrozados el encontrarse con ellos.
Así que, si ha sucedido lo peor, guarda inmediatamente la cámara en su mochila y espera a llegar a casa para aplicar el método de limpieza más apropiado.