Llegamos (al fin) a la última entrega de este breve tutorial para detectar, asumir y corregir los errores más comunes dentro del complejo mundo del procesado de imágenes, y, para ello, vamos a extraer primero una serie de conclusiones finales, que nos conducirán a uno de los vicios (que no siempre) más extendidos entre los fotógrafos amateur: el HDR.
En resumen: no fuerces la edición de tus imágenes
Si os fijáis, todo lo que hemos relatado hasta ahora conduce a una muy clara conclusión: todos los errores de procesado tienen un punto en común, que consiste en tratar de forzar el aspecto de una imagen, creer que una fotografía se puede cambiar en el ordenador (ojo, hablamos de fotografía, no de diseño, ilustración o fotomontaje).
Exagerar determinados elementos dentro de una fotografía (enfoque, recorte, saturación…) conduce siempre al desastre. Los píxeles nunca mienten, y terminan mostrando todos y cada uno de los procesos que hemos aplicado a una imagen. Los halos, los puntos o los cambios forzados de textura revelan siempre estos errores de los que hemos venido hablando, y la mejor opción para evitarlos pasa por centrarnos antes en ser buenos fotógrafos que buenos editores.
El HDR, ese paradigma
No quiero que se me malinterprete. El HDR (alto rango dinámico) es un recurso editorial tan válido como cualquier otro. Así, hay grandes maestros de este subgénero que hacen auténticas maravillas. Sin embargo, también es un vicio en el que se suele caer cuando aún no se tiene muy claro cómo hacer una buena foto.
El alto rango dinámico consiste, como bien sabréis, en fusionar 3 (o más) imágenes en una sola, combinando distintas exposiciones para captar la mayor cantidad de detalle posible en toda la gama de luces y sombras. No en vano, es una técnica que se emplea usualmente para captar paisajes.
Dejando a un lado que nos guste o no, lo cierto es que suele ser la forma de edición en la que se acumula una mayor cantidad de vicios. De este modo, es usual ver a muchos aficionados estropear sus paisajes con unos procesados hiperrealistas en los que se acumulan halos, puntos o colores saturados.
Se trata del paradigma de la edición forzada (cuando no se sabe hacer, por supuesto), y debe conducirnos a una reflexión: ¿realmente es necesario aplicar esta técnica para captar adecuadamente un paisaje? ¿Es una fotografía más espectacular o llamativa mejor fotografía que una equilibrada y sensata?
La respuesta es, obviamente, no.
El HDR no es sólo el gran ejemplo de la edición artificial, es además una pérdida de tiempo para el que quiere aprender a hacer fotos, porque mientras exagera determinados aspectos de la fotografía margina otros que son de igual o mayor importancia, como el contraste, la composición o (mucho ojo) la capacidad para saber resaltar un elemento concreto de una imagen.
Hacer fotos es contar algo, y cuando nos empeñamos en contar todos los pormenores que integran una historia, terminamos por no contar absolutamente nada. Los malos HDR se dedican a recrearse en el detalle, olvidando que de lo que se trata es de resaltar elementos concretos que son significativos atenuando la presencia de los demás elementos secundarios.
Por todo ello: prueba a no pensar nunca en la edición mientras disparas. Imagina que la foto final es la que ves a través del visor. Y luego, si lo ves necesario, procesa de una forma cabal, tocando aquí y allá los niveles, enderezando el horizonte o corrigiendo los colores. El resto es, en principio, una pérdida de tiempo.