Ahora que Lightroom nos invita a que abandonemos Aperture y migremos todas nuestras imágenes a su archivo iconográfico, es más que probable que el programa de Adobe reciba un buen saco de nuevos usuarios.
Ya en su momento tratamos de manera extensa las principales características del programa de edición, sin embargo, dejamos para más adelante una cuestión que puede traer de cabeza a los que no estén familiarizados con su funcionamiento: la gestión automática de los colores y el contraste de los archivos RAW.
El problema
En realidad, como veremos a continuación, se trata de un falso problema; pero puede llegar a ser cansino: nada más importar un archivo RAW a Lightroom, veréis cómo el programa cambia el aspecto de nuestras fotografías. Habitualmente, acentúa unos colores y elimina contraste y brillo, dejándonos con una foto que a veces se parece poco a la que vimos en la pantalla LCD de la cámara.
Esto se debe a un hecho de lo más comprensible, que en realidad se produce en todos los programas de edición de fotos: un archivo RAW es un archivo original, virgen, susceptible de recibir múltiples interpretaciones y variaciones. No en vano, es la razón por la que siempre se aconseja utilizarlo.
Ahora bien: tanto nuestra cámara como Lightroom nos ofrecen una interpretación visual de éste. Es decir, no vemos realmente el archivo RAW, sino un JPG que muestra su apariencia aproximada.
De este modo, la diferencia entre el aspecto del archivo RAW que vemos en la pantalla LCD de la cámara y el que vemos en la pantalla del ordenador con Lightroom se debe a que ambos dispositivos interpretan de manera diferente su apariencia, ofreciendo dos archivos JPG diferentes.
En resumen: en realidad, el archivo RAW es exactamente el mismo.
Cómo luchar contra esta diferencia interpretativa
Si somos conscientes de que en realidad no hay ninguna clase de diferencia entre el archivo RAW de la cámara y el que hemos importado al ordenador, al final es probable que obviemos las diferencias interpretativas y que pasemos directamente a editarlo con las herramientas habituales, hasta dar con el aspecto que nos interesa.
Ahora bien, si queremos guiarnos por el aspecto que tenía el archivo RAW cuando lo vimos por primera vez en la pantalla LCD de la cámara, podemos optar por dos soluciones diferentes.
En primer lugar, podemos configurar la cámara de tal modo que dispare a la vez en formato RAW y en formato JPG. Así, cuando vayamos a trabajar sobre el original en Lightroom podremos emplear el JPG como guía para interpretar los colores del mismo modo que la cámara.
Si preferimos ahorrar espacio en la tarjeta de memoria de la cámara y disparar únicamente en RAW, podemos conseguir una interpretación de los colores y el contraste similar al de la cámara a través del propio Lightroom.
Así, dentro del módulo de revelado, en la última pestaña de la barra de herramientas, encontramos una serie de opciones relativas a la Calibración de cámara. En ella veremos una serie de perfiles, que van desde Adobe Standard hasta Camera Faithful, y que sirven para aplicar la interpretación que hizo nuestra cámara cuando realizó la captura.
Yo, personalmente, siempre opto por obviar la interpretación que hace Lightroom del aspecto del archivo RAW para empezar a trabajar directamente con las herramientas de edición.