El cáncer se ha llevado al inmenso fotoperiodista suizo René Burri, que pasará a la posteridad como uno de los más brillantes retratistas de todos los tiempos gracias a su trabajo para la Agencia Magnum y publicaciones como Life, Stern o Look.
Con sólo 13 años realizó su primer gran retrato de un personaje célebre, el de Winston Churchill, con el que se tropezó en su ciudad natal. A partir de ese momento decidió que quería ser fotógrafo.
Equipado siempre con una Leica, comenzó su carrera adhiriéndose a la fotografía humanista y alegórica de la Francia de los años 30, hasta que el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo llevó a fijar su mirada en el gigante Cartier-Bresson y a dedicarse a la transcripción de la realidad.
Sin embargo, lejos de las corrientes objetivistas que partían del trabajo fotoperiodístico de Robert Capa, René Burri siempre entendió que una foto carecía de sentido si el fotógrafo no imprimía en ella su opinión, un punto de vista que cuestionase la mirada del espectador.
Aunque durante su prolija carrera realizó retratos sublimes a los personajes más relevantes del pasado siglo, fue sobre todo su retrato del Che Guevara el que lo convirtió en una celebridad.
Así, cuenta el propio Burri que la magia de dicho retrato se debe únicamente al humo del puro del revolucionario, que se mostró arrogante, nervioso e incluso violento durante toda la entrevista.
A partir de los años 60, el fotógrafo suizo comenzó a trabajar con el color, colaborando con el cineasta Ernest Hininger en varios documentales, y ya en los años 80 se centró en el diseño y en la elaboración de collages.
Para la posteridad queda sin embargo uno de sus primeros libros, Die Deutschen, en el que retrata los dos lados de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, y que siguió ampliando incluso una vez caído el Muro de Berlín.
Fuente: ABC