Aunque la finalidad real de los filtros UV sea la de filtrar los rayos ultravioleta para evitar la neblina en nuestras fotografías, el común de los mortales lo emplea para proteger el cristal frontal del objetivo. Así, ya da igual que haya realmente necesidad de filtrar los rayos ultravioleta, muchos fotógrafos (amateurs y profesionales) colocan el filtro de marras y ahí se queda hasta el final de los días.
Ahora bien: ¿hay necesidad de echar mano de esta protección? ¿Tan delicados son los cristales de los objetivos? ¿Hay alguna manera de evitar los arañazos y de proteger dicho cristal sin que tengamos que dejarnos un dinero extra?
Los filtros restan calidad de imagen
Para empezar, conviene tener muy presente lo siguiente: cualquier elemento que coloquemos delante de un objetivo le restará luminosidad y calidad de imagen, sea cual sea la calidad de dicho elemento.
Así, un filtro UV barato nos restará mucha más luminosidad que uno caro, pero este último, aunque nos cueste 200 euros, seguirá restándole operatividad y definición a la lente, ya que no deja de ser un elemento ajeno a la construcción de aquella.
Por lo tanto, a no ser que estemos buscando un efecto concreto (polarizar la luz o, nuevamente, filtrar los rayos ultravioleta), lo más aconsejable es evitar el uso de filtros de ninguna clase.
Los objetivos ya no son lo que eran
Si a esto unimos que la mayor parte de los objetivos actuales cuentan, de fábrica, con una protección que evita que el cristal frontal se llene de arañazos con facilidad, tenemos que asumir que, hoy en día, utilizar un filtro UV como protector de la lente no tiene tanto sentido.
Hace años, cuando aún no se habían desarrollado los acabados que se emplean en la actualidad, sí podían ser necesarios, pero en el momento en el que empiezan a fabricarse lentes con revestimientos de protección (los llevan prácticamente todos), ya no lo son.
El mejor método de protección: la tapa del objetivo y el parasol
Es obvio que la mejor manera de proteger el cristal del objetivo mientras no lo estamos utilizando es colocar invariablemente la tapa. De esta manera evitaremos cualquier roce o agresión externa.
Ahora bien, si no nos fiamos del azar y consideramos la posibilidad de que una piedra sea transportada por el viento hasta arañar (o romper) el cristal frontal del objetivo, existe un método de protección prácticamente infalible: trabajar siempre con el parasol puesto.
El parasol no sólo evita que el sol incida directamente sobre la lente, además reduce ostensiblemente la posibilidad de que un objeto extraño entre en contacto con el cristal.
Por supuesto, todas estas consideraciones son sólo una opinión, por lo que, si eres un fotógrafo fatalista y crees que restarle calidad de imagen a tu objetivo es preferible a que suceda lo impensable, no dudes en hacerte con un filtro UV.