Cuando un sujeto cualquiera empieza a interesarse realmente por la fotografía, una de las primeras realidades críticas a las que se enfrenta es la de la ausencia de luz. Compramos objetivos luminosos para luchar contra la oscuridad, compramos cámaras con sensores cada vez más sensibles y avanzados para no rendirnos al ruido o utilizamos flashes rebotados con la pericia del geómetra; pero ¿qué sucede con el exceso de luz? Aunque parezca un contrasentido, puede terminar constituyendo un problema tan importante como el de la oscuridad y su hermano pequeño, el ruido.
Se acerca el final del Invierno y el sol rebota en todos los objetos como un insecto incómodo. Las transiciones entre sombras y zonas soleadas traen de cabeza a los algoritmos que aplican los motores de nuestras cámaras para ser fieles a la realidad; pero las luces quemadas siguen ahí.
Esto es importante tenerlo en cuenta: siempre es preferible obtener una foto oscura a tomar una imagen quemada. Con los programas de edición podemos recuperar los tonos oscuros, pero muy difícilmente podremos recuperar los quemados. ¿Por qué? Muy sencillo: las partes quemadas de una foto no tienen información alguna. No hay nada que recuperar de ellas porque representan la más absoluta nada gráfica.
Así pues, después de un invierno en el que apenas ha llovido y que ha musculado el sol, aquí van unos consejos para evitar que nuestras fotos se quemen mientras vamos a la playa o visitamos los picos nevados de nuestra geografía.
Preámbulo
Hay que imaginarse que la playa, la calle a mediodía o la montaña son como grandes estudios en los que la luz del sol se comporta como un inmenso foco de infinidad de kilovatios. No hay ninguna fuente de luz capaz de emular su energía o su potencia.
Además, no sólo ilumina las escenas incidiendo directamente sobre los objetos. La luz del sol rebota contra ellos y crea marañas, luces indirectas y ambientes con los que hay que contar antes de disparar.
Utiliza la velocidad iso más baja posible
Parece una obviedad, pero no lo es tanto. En muchas ocasiones, querremos atrapar un objeto en movimiento y sacrificaremos la calidad de la toma subiendo la velocidad de la sensibilidad para así disponer de una mayor velocidad de obturación.
Pero no. Es preferible disparar seis veces para dar con un objeto bien definido que tirar de iso. Puede que captes esa congelación del motivo moviéndose a la perfección, pero obtendrás un fondo quemado que arruinará la foto.
Usa filtros
Los filtros de densidad neutra o los polarizadores son perfectos para que entre menos luz de la necesaria en nuestro sensor. Además, en el caso del polarizador, llenará los cielos de tus playas y tus calles al sol del mediodía de azules más saturados y perfiles mejor definidos.
Baja la exposición de tus disparos
Esto es fundamental. Aunque pueda parecer un contrasentido, en muchas ocasiones es aconsejable sacar fotos subexpuestas para evitar los quemados. Es posible que también obtengas muchos tonos oscuros, pero éstos se pueden recuperar fácilmente con un editor de imágenes.
Evita (o aprovecha) el flare
Como ya explicamos en otra entrada, el flare es el efecto que se produce cuando el sol incide directamente dentro de nuestros objetivos, produciendo líneas y figuras poligonales en nuestras fotos. Evitarlo es sencillo: usa un parasol o dispara desde la sombra.
Aunque ojo, el flare también puede terminar empleándose como un elemento compositivo; así que piénsatelo antes de evitar sus efectos.
Por último: haz fotos a otra hora del día
Sí, sé que es una evidencia; pero nunca viene mal recordar que las horas centrales del día son las menos apropiadas para hacer una buena foto. Claro que uno no siempre elige cuándo surge una idea, por lo que os conmino a que leáis de nuevo los cuatro consejos anteriores.
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