El movimiento constituye uno de los elementos más decisorios dentro de la fotografía, ya que es capaz de variar de manera radical el significado de una toma. La quietud contra la inquietud. La inquietud contra la quietud.
Para ponerlo a prueba tendremos que realizar dos ejercicios completamente diferentes: uno para congelar el movimiento; otro para dejar que los objetos captados trepiden, se muevan, escapen de esa manía que tenemos por definir y mostrar el poder de nuestro obturador.
Como ya habréis adivinado a estas alturas, para congelar el movimiento hay que disparar con una velocidad de obturación muy alta, por lo que será conveniente realizar el ejercicio en un lugar en el que haya mucha luz. De lo contrario, no tendremos otro remedio que tirar de ISO y abrir mucho el diafragma.
Bien, pues una vez tengamos a ese corredor intrépido o a nuestro perro a la fuga perfectamente congelados, haremos el ejercicio inverso: dejar que salgan movidos sobre un fondo fijo.
Desde un punto de vista técnico, para llevar a cabo esta captura no tendremos más remedio que realizar una exposición larga, a poder ser ayudándonos de un trípode para que sólo trepide el objeto en movimiento, no el fondo contra el que se desplaza.
Obviamente, para poder realizar esta toma necesitaremos menos luz o un filtro que haga llegar menos luz al sensor, así como una velocidad ISO mínima y una apertura del diafragma pequeña.
Y ahí tenemos el resultado: nuestro corredor o nuestro perro se mueven, mientras que el fondo está congelado.
Ahora toca pensar: ¿cuál expresa mayor movimiento? ¿Y cuál es estéticamente más atractiva? Es más, ¿cuál casa mejor con nuestra manera de comprender el movimiento?
Con este ejercicio no sólo apuramos nuestra técnica, sobre todo sirve para entender cómo funciona el movimiento y qué puede aportar a nuestra manera de ver el mundo a través de una cámara.
Es muy importante comprender que el que una cámara posea una velocidad de obturación muy rápida no quiere decir que debamos emplearla siempre, que sólo se trata de una herramienta que podemos emplear o no; y que, en último término, es nuestra sensibilidad y nuestra creatividad la que debe determinar si los objetos deben aparecer congelados o movidos.