Cuando Mark Elliot Zuckerberg compró Instagram, muchos usuarios de la aplicación pusieron el grito en el cielo y denunciaron la corrupción de la filosofía original del invento. Decidieron que el dueño de Facebook no era lo suficientemente vintage para sus fotos y que la adquisición de la compañía llevaría, tarde o temprano, a una vulneración de los derechos de autor y a la comercialización salvaje del espacio online.
Y parece que, en parte, tenían razón: si bien los derechos de autor parecen seguir perteneciendo a los autores de las fotos, la empresa de Zuckerberg acaba de anunciar oficialmente que Instagram pasará a incluir anuncios a partir del próximo mes de diciembre.
Según podemos leer en la nota de prensa emitida por la firma, los anuncios que se incluirán en la aplicación serán muy similares a los que ya nos hacen la vida imposible en Facebook. Pequeños ads animándonos a adelgazar o a aprender alemán en dos días que podemos eliminar de forma inmediata.
Esto supone en parte un alivio, pero también una forma de calvario: pasaremos más tiempo eliminando fotos que utilizando el programa para algo productivo.
Asimismo, como viene sucediendo en Facebook desde hace ya mucho tiempo, Instagram tomará nota de qué eliminamos y nos preguntará por qué con el fin de mandarnos anuncios que sean más afines con nuestros gustos.
Nuevamente según el comunicado, los ads no se distinguirán de ninguna manera de las fotos que estamos acostumbrados a ver en el teléfono. Es decir: intentarán pasar desapercibidos desde un punto de vista estético para que no desentonen demasiado.
¿Por qué hace esto el señor Zuckerberg? Pues, según dicen, para hacer de Instagram un negocio sostenible.
En principio, los anuncios sólo aparecerán en los teléfonos de los usuarios de los Estados Unidos, aunque estamos seguros de que no tardaremos en disfrutarlos en Europa.
Y habrá quien piense que esta impopular medida implicará una desbandada general de usuarios, pero dudo mucho que sea así: por cada instagramer que se da de baja se unen otros cien.