Aunque el concepto de cámara plenóptica se haya popularizado a raíz de la presentación en sociedad de las cámaras Lytro (con muy poco éxito, por cierto), éstas se inventaron hace muchísimo tiempo.
Según apuntan los más antiguos, el primer prototipo se remonta (nada más y nada menos) a principios del siglo XX, cuando un tal Gabriel Lippmann se propuso diseñar una cámara integral que fuese capaz de tomar diferentes planos o enfoques dentro de una misma toma.
Dado su escaso éxito, hasta 1992 se volvió a proponer un nuevo prototipo, aunque no fue hasta 2004 cuando un equipo de la Universidad de Stanford diseñó una cámara plenóptica realmente interesante: estaba dotada de un sensor de 16 megapíxeles y un ejército de 90.000 microlentes para captar diferentes enfoques a la vez.
Hace apenas una semana, como el que no quiere la cosa, Apple ha presentado una nueva patente relativa a una cámara plenóptica aplicada a los dispositivos móviles, que permite enfocar después de haber realizado la fotografía.
Y habrá quien se pregunte: ¿se puede patentar una tecnología que ya existía? Pues por lo que parece, así es. De hecho, no es la primera vez que Apple patenta una tecnología ya existente dándole una aplicación diferente: ya lo hizo con las interfaces gráficas… que fueron inventadas por Xerox; con las tablets… comercializadas primero por Microsoft; o con las pantallas táctiles… inventadas en los años 60.
Lo que hace Apple en realidad es renovar una tecnología ya existente y darle una aplicación diferente o innovadora, revestirla de propiedades comerciales mágicas y vender como churros.
En ese sentido son, sin duda, los mejores.
Esta patente de Apple deja las cartas al descubierto y nos hace imaginar un futurible iPhone aún más amigable, con una cámara capaz de sobreponerse a las trepidaciones del pulso de un levantador de pesas.