Una vez nos hemos decantado por Lightroom como herramienta principal para trabajar con nuestras fotografías de interiores y hemos corregido las aberraciones geométricas que resultan de emplear un súper gran angular, vamos a ver a continuación cómo trabajar el resto del procesado.
La luz y el contraste
Obviamente, la luz tenemos que definirla cuando disparamos, no cuando vamos a procesar la imagen. Pero si hemos disparado con un ISO bajo y todo ha quedado finalmente en su sitio, siempre podemos aplicar pequeñas soluciones para que las fotos sean aún más correctas.
En líneas generales, de lo que se trata es de mostrar con claridad cómo es una habitación o un edificio, por lo que debemos fijarnos en el histograma para saber dónde deben quedar las luces, las sombras y el contraste entre ellas.
En consecuencia: ni muchas sombras ni muchas luces. Es aconsejable evitar los grandes contrastes, que pueden resultar atractivos desde un punto de vista estético pero poco adecuados para expresar orden y limpieza visual.
Trabajando por zonas
No suele resultar necesario, salvo en aquellas ocasiones en las que la imagen contiene alguna fuente de luz fuerte (una puerta abierta o una ventana, por ejemplo).
En estos casos, el histograma se volverá un poco loco y nos indicará invariablemente, aunque la foto esté oscura, que hay un exceso de luz, a lo que nosotros responderemos con la minimización de las luces altas y la subida de la exposición.
Se trata, pues, de encontrar un equilibrio en el que determinemos bien las luces y eliminemos los quemados.
Lightroom ofrece unas herramientas inmejorables para trabajar con estas situaciones; sin embargo, si queremos un trabajo más fino, siempre podemos seleccionar la fuente de luz y bajarle un poco la exposición y los brillos excesivos sin oscurecer el resto de la fotografía.
Los colores y el ruido
Nuevamente: nada de exageraciones. Las cosas tal y como son. Cada color en su sitio, sin estridencias ni exageraciones.
Hay que evitar el exceso de enfoque, que puede llevar la atención de la mirada a elementos que en realidad no tienen ningún protagonismo, y aplicar incluso cierta suavidad a las texturas de las paredes para que el resultado sea más elegante y limpio (claro que sin perder definición).
Clonando y eliminando elementos
Por último, hay que evitar a toda costa la clonación y la eliminación de elementos indeseados. Es antes de disparar nuestra cámara cuando debemos advertir qué objetos sobran en la imagen.
Ahora bien, si no hemos hecho bien los deberes y vemos, al ponernos frente al ordenador, que se nos ha colado un trípode o una mochila en la fotografía, no tendremos otro remedio que irnos a Photoshop para eliminarlos.