La apertura de diafragma es lo que comúnmente se conoce como F, al referirse dicha letra a la fracción concreta de la distancia focal del objetivo. Por su parte, la velocidad de obturación se mide en fracciones de segundo. Así, por ejemplo, una velocidad de 1/250 equivaldría a una parte de doscientos cincuenta de segundo; de 1/4, a una cuarta parte de un segundo; de 1′, a un segundo, y a partir de ahí, tantos segundos como la cámara admita, ya que no todas las cámaras y objetivos ofrecen las mismas posibilidades.
Pero lo verdaderamente importante es saber cómo manejar estos valores en función de lo que queramos conseguir en cada momento. En este sentido, a la hora de establecer la velocidad de obturación tendremos que tener en cuenta varios factores. Lo primero es establecer si el objeto o sujeto que vamos a fotografiar se encuentra parado o en movimiento. Si está parado, podremos optar por velocidades de apertura bajas, algo especialmente interesante si hacemos fotografías en interior o en zonas poco iluminadas. Si está en movimiento, dependerá de la velocidad de los cuerpos que nos decantemos por una velocidad de obturación moderada (1/400), o por una “a todo riesgo” (1/1000, 1/2000, 1/4000). Éstas últimas son muy usadas, por ejemplo, en fotografía deportiva.
Sin embargo, en ocasiones puede interesarnos captar el movimiento de los elementos que fotografiamos. Un ejemplo clásico son las fotos en las que se capta la estela de los coches de noche, que en realidad se corresponde con el desplazamiento de los mismos. Para ello, seleccionaremos un valor de ISO bajo, y la apertura que corresponda en función de la cantidad de luz que haya. En el siguiente artículo me referiré a otros casos particulares.
Foto: HaSHe
[…] con las valoraciones acerca del manejo de la velocidad de obturación que hicimos en el anterior artículo de nuestro curso, hoy nos interesa centrarnos en la parte creativa de este valor. Jugar con la […]