Lo que ha sucedido con la obra de David Hamilton es realmente curioso. Cuando su obra comenzó a popularizarse a finales de los años 60 produjo una gran controversia: desnudos de menores de edad elegantes y sutiles que eran emparentados con la pornografía. Curiosamente, en aquella época tampoco era tan extraño casarse con menores de edad, pero hacer pública la sensualidad de una sexualidad emergente estaba mal visto. Sin embargo, desde los años 90, cuando sí se considera tabú la sexualidad en los menores de edad, sus fotografías han dejado de ser controvertidas para ser aplaudidas de forma unánime.
Ya saben: la hipocresía de la burguesía bienpensante.
En cualquier caso, su trabajo sigue teniendo un magnetismo innegable, y lo convierten en uno de los fotógrafos eróticos más importantes de la historia de la imagen.
Nació en Londres en 1933 y se dedicó a muchos otros menesteres antes de volcarse en la fotografía. Así, fue estilista, decorador o director de arte para revistas tan relevantes como Elle.
Sin embargo, a mediados de los años 60 decidió dar rienda suelta a su talento comenzando una serie de retratos a adolescentes que han generado todo un estilo, publicando en 1970 el que probablemente sea su libro más legendario: Dreams of a Young Girl.
Hamilton no busca el sexo en su obra, sólo la sugerencia. Sus modelos, mayormente adolescentes nórdicas que empiezan a descubrir su cuerpo, parecen no ser conscientes de la sensualidad que transmiten, y el artista se cuida muy mucho de pasar traspasar los límites de lo meramente poético.
No en vano, su estilo es claramente deudor del prerrafaelismo de Alphonse Mucha: colores y enfoques suaves que se apoyan en las telas y en sus pliegues para resaltar cuerpos pálidos de formas breves.
Todo su trabajo ha sido presentado a través de monografías y ha llenado las galerías más importantes de Europa y los Estados Unidos.
Jamás ha aceptado un trabajo de encargo y huye como alma que lleva el diablo de las modelos al uso y de las agencias que las representan.